El rumor llevaba ya muchos meses, Bachelor abriría sus puertas de nuevo, al menos una noche. Me lo dijo Johnny Mari, mi gran amigo, quien fue bartender en Bachelor por muchos años. Ese primer intento no se dio, pero pocos meses después se renovó el esfuerzo y nos dieron una fecha, 17 de agosto de 2013.
Comencé a escuchar de amistades que viajarían a Puerto Rico solo para esta ocasión y comencé hasta a sentir un poco de ansiedad y anticipación. ¿Qué significaba este evento para mí? ¿Qué significaba este evento para quienes asistirían? ¿Quién asistiría? El evento y su promoción se centraron alrededor de la figura de Pablo Flores, el famoso DJ de Bachelor quien ha continuado teniendo éxito tras éxito en su carrera profesional. Nadie se equivoque, Pablo Flores tiene todo mi respeto y admiración. Gracias a Pablo Flores me sentí bailar en las nubes muchas veces; su talento y destreza acompañaron todas mis noches de Bachelor incrustándose en mis memorias. Bailando su música seduje o me sedujeron muchos hombres. Escuchando su música me enamoré de algunos de ellos y escuchando sus mixes me saqué del cuerpo a varios que se convirtieron en exes. Pero me desencantó que la propaganda y tono corporativo del evento no mencionaran la palabra gay. Bachelor fue definitivamente la mejor discoteca de Puerto Rico por mucho tiempo. Pero no debemos olvidar que era una discoteca gay. Bachelor existió por y para la comunidad LGBT, con diferentes matices de aceptación y bienvenida a los que asistimos, pero definitivamente gay, principalmente de clase trabajadora, pero aun así, LGBT. Este hecho, el asunto LGBT, fue omitido por Bachelor en sus tiempos, posiblemente para protegerse y protegernos. Pero en el momento histórico actual, donde la visibilidad es tan importante, me sentí invisibilizado, no protegido .
Fue en Bachelor que descubrí, sorprendido y emocionado, que hombres pueden bailar con otros hombres, y mujeres con mujeres. Antes de eso, y soy sincero, ni siquiera lo había imaginado; así de pequeño era mi universo. En Bachelor pudimos bailarnos, seducirnos y rozarnos sin miedo de que nadie nos mirara mal, nos separara o nos botara de la disco. Fue en Bachelor que aprendí que podía “partirme” si me daba la gana y levantar las manos y hacer dúo con Diana Ross, con Sylvester, con Patti Labelle, con Gloria Gaynor, con Loleatta Holloway, Barbra Streissand, Donna Sommer o Madonna. Por muchos años Bachelor proveyó un espacio seguro para que celebráramos los días festivos. Allí nos dábamos cita luego de la aburrida cena familiar de Thanksgiving o los festejos familiares de Nochebuena o Navidad. Algunos porque estábamos en el closet, otros porque nos aburría la fiesta familiar esa que celebra y reproduce hasta el hastío la heterosexualidad y la procreación. Hartos de las tías preguntándote si tienes novia y celebrando el segundo o tercera hija de alguna prima o sobrina. Los Thanksgiving, Halloween, Navidades y Año Nuevo míos eran para Bachelor, era donde me sentía además de en familia, aceptado. En Bachelor éramos libres y éramos nosotros y nosotras. ¡Qué ironía de aquellos tiempos el que para sentirnos libres nos confinamos dentro de aquel espacio! Sin embargo, estoy seguro de que aquella libertad que aprendimos allí, luego empezamos a reclamarla en otros muchos espacios de nuestras vidas. Aun cuando insisto que Bachelor realmente estaba diseñada para hombres, allí hice muy buenas amigas. Las mujeres también se gozaban unas a otras bailando y gozando bajo las luces de Bachelor, con su música exquisita. No negaré que también asistían algunos hombres y mujeres heterosexuales. Todos decían que por la música, “Bachelor tiene la mejor música”. Pero eso no era lo mejor. Lo mejor éramos nosotros y nosotras, los que asistíamos fielmente a “nuestra disco.” Pedro Fernández, el manager por excelencia que respeté y quise aun cuando a veces me regañaba (o castigaba), exigía que los heterosexuales nos respetaran o se fueran. Esa regla era de oro, inviolable y su violación inapelable. Algunos heterosexuales, eran suficientemente aventureros como para explorar, luego de un trago o dos, qué era eso del “same-sex love”. Varios descubrieron que no era para ellos, algunos descubrieron que les gustaba un montón, pero ese era uno de los encantos de Bachelor, pudimos explorarnos y conocernos mejor. Gocé mi buena partida de heterosexuales curiosos, algunos memorables, otros no tan memorables. Algunos vinieron por más, otros no. Eso también era Bachelor. En Bachelor conocí al Actor Antonio Pantojas, el actor que vestido de mujer hacía uno de los “stand-up comedies” más políticos que he escuchado en mi vida. Gracias a Antonio Pantojas, allí despertó mi interés político y aprendí que “los gays” también somos ciudadanos y que tenemos lugar en la vida política de nuestro país y que es importante que entendamos y protejamos nuestro espacio ciudadano. Siempre me inspiró la fuerza y dignidad con la cual Antonio Pantojas defendió y exigió su lugar en la izquierda que se lo negaba. También en Bachelor vimos hacerse muchísimos profesionales, como Barbra Herr, Ruddy Martínez (con su visión de familia tan necesaria, abriendo sus puertas a adolescentes expulsadas de sus casas), Alex Soto, Felix Chevremont, Willie Negrón, todas y todos profesionales que se han destacado en otros espacios. Hice amigos que han durado toda una vida. Pero volviendo al evento, Bachelor Forever, sentí un poco de ansiedad según los días se fueron acercando. ¿Qué significaba este evento para mí? ¿Era esto como un “class reunión”? ¿Me veo muy gordo? ¿Muy viejo? ¿Qué es esta ansiedad que me aprieta un poco el pecho? ¿Quiero ir de verdad? ¿Qué de los muertos? ¿Los recordarán?
Y llegó la noche esperada. Me acompañaron Sammy, a quien no había visto en 16 años, y Jesús y Manolo quienes viajaron a Puerto Rico para la ocasión. Y entramos a Bachelor Forever. La energía era fantástica. La música de Pablo Flores, espectacular, así como las luces sobre el área de baile. Y allí comencé a saludar gente y a abrazar y besar amistades. Johnny y Kiko, los novios de siempre, Jerry Avilés, Victor Pellot (a quien le pude dar un último gran abrazo pues pocas semanas después murió,) Wanda la Única, Barbra Herr, Ruddys Martínez, mi queridísima Sandy y muchos más a quienes el espacio no me permite mencionar o cuyos nombres no recuerdo. Y bailamos. Todos y todas bailamos; de fondo nuestras canciones favoritas. Música y luces envolviendo y saturando nuestros sentidos. Bailamos de nuevo, los unos con las otras y los otros… Bachelor nunca mereció el cierre que tuvo. Sus últimos meses fueron testigo y evidencia de los estragos de una epidemia devastadora. El SIDA acabó con muchos de sus empleados, con muchos de nuestros amigos, aquellos con los que bailamos, algunos a quienes habíamos amado, o hasta odiado; nuestra familia extendida desaparecía sin explicaciones y sin tiempo para prepararnos. A mi corta edad ya había perdido más amigos “de toda la vida” que mi padre de la suya. Cuando íbamos, no nos atrevíamos a preguntar por amistades que no estuvieran, y aun así nos enterábamos de los nuevos muertos. Y bailábamos escuchando a Pablo Flores o a Charlie Vazquez. En Bachelor, nuestro luto lo bailamos, lo bebimos, ¿De qué otra manera honrar a nuestros muertos “de la vida gay” que conocíamos? ¿Cómo más sentir que estábamos aún vivos, al menos ese día, esa semana, ese mes? Bachelor Forever fue más que una reunión de Escuela Superior, y tal vez, también fue más que una reunión de familia, aunque tuviera mucho de ambas. Bachelor Forever fue una reunión de sobrevivientes. Yo sentí alegría de ver a todo el mundo, sobre todo a quienes recordaba de esos otros tiempos.
Y bailamos y sentimos que aún nos queda vida. Y bailamos, comprobando que aún la música nos mueve y nos inspira.Y bailamos y sonreímos y abrazamos y flirteamos. Y bailamos recordando aquellos tiempos. Y bailamos recordando las canciones. Y bailamos celebrando la reunión. Y bailamos recordando nuestros muertos. Y bailamos, afirmando que sobrevivimos. Y bailamos, de nuevo como entonces, bailamos.
Este ensayo fue publicado originalmente en 80Grados en enero 31, 2014
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