Cuando En Rojo me pidió que buscara nombre para esta columna convoqué un grupo privado en Facebook. El grupo fue escogido al azar; amigos y amigas en los que pensé en ese momento, hombres, mujeres, algunos gay y otros no, algunas lesbianas y otras no, algunos trans y otros no, una que otro colega de CLARIDAD. Desde bien jóvenes hasta mayores y con o sin profesiones, estudiantes y no estudiantes.
Al inicio el tono fue celebrador y hubo complicidades e intercambios de mucha creatividad. Sin embargo, también surgieron preocupaciones. Parte de las preocupaciones giraban alrededor de que algunos de los títulos sugeridos, parecían reivindicar la figura de la “loca furiosa” y la celebración de la patería. Esta actitud, se argumentó, podría muy bien enajenar a gays o lesbianas que viven en el clóset, y/o no se identifican con esta representación y que por lo tanto no se acercan al movimiento gay, no lo pueden ver como suyo. El malestar también se extendía a un sentir de que para “los gays todo es un party”, un party permanente, un eterno vacilón.
Este argumento no es nuevo, ya en 1965 el Mattachine Society y The New York League for Sexual Freedom (ambas organizaciones de izquierda) convocaron a un piquete, y en un intento de demostrar que gays y lesbianas son normales impusieron un codigo de vestimenta estricto para poder
entrar a piquetear. “Suits and ties for men; dresses and heels for women,” dijo Dr. Frank Nichols. A través de los años he visto esta manera de pensar en varias formas y/o instantes diferentes. Hace unos años Cecilia LaLuz, lesbiana que tiene un programa de radio, despotricó contra la parada gay y anunció que nunca más asistiría a la misma debido al alto número de travestis y la poca ropa que algun@s manifestantes llevaban puesta. Nadie ha echado de menos a Cecilia en la parada Gay. (Cecilia sí hace una fiesta cobrando dinero por entrada la misma tarde de la Parada Gay.) En fín este “moral police” existe tanto fuera como dentro de nuestras comunidades; “el problema de los gays son los partíos y los que se visten de mujer, que nos dañan la imagen ante la sociedad.”
Mucho de ello es el “self loathing”, la poca autoestima, la misoginia cultural nuestra de cada día, nuestra incomodidad con expresiones de género que no son rígidas y que de alguna manera u otra, retan esas conductas asignadas a los seres humanos de acuerdo a sus genitales. De hecho, es irónico que aun cuando muchas religiones nos piden que no pensemos con nuestros genitales, sean éstos, precisamente, quienes dicten como tenemos que vestirnos, comportarnos y hasta caminar y reírnos.
Sin embargo, yo nunca me hartaré de paterías ni de locas frenéticas. No me harto porque estoy convencido de que es en ese margen donde radica mi esperanza de que desaparezcan esas absurdas demandas culturales, para mí asfixiantes, que se hacen del ser humano dependiendo de lo que éste tenga entre sus piernas, y que sólo aspiran a una continua producción de la jerarquía heteronormativa que nos asfixia a todos. Tal vez a algunos no les molesta ser machos, pero a mi me asfixia todos los días aun cuando reconozco el privilegio al que tengo acceso cuando asumo esa representación que me acerca al estereotipo del macho.
Propongo que esa distorsión de género que a veces se denuncia y rechaza, no es tal distorsión, son gente que con sus expresiones o retos a la expresión “normal” de género, demuestran día a día la farsa que hemos construido alrededor del género. Por ejemplo, recuerdo cuando tenía 11 años y mis
vecinos se mofaban de mí porque no caminaba como hombrecito, yo no tenía, y todavía no tengo, una idea de cómo caminan los hombrecitos. Hoy
apuesto y debato con quien se crea que los hombrecitos caminan de una forma específica. De hecho, la loca rabiosa, la lesbiana buchísima, precisamente se burlan de esas construcciones/restricciones de las expresiones de género que tanto nos rigen a todos y a todas. El día que ya nadie le importe cómo los que tienen pene o las que tienen vagina se vistan y se comporten; el día que no necesitemos que los genitales del ser humano estén en concordancia con su ropaje, su tono de voz, su forma de andar, hablar, mirar, o con quien se acueste, para proceder a adjudicarle valor humano, entonces tal vez ese día la loca rabiosa y la lesbiana bucha se hagan obsoletas. Pero mientras eso no sea así, aseguro, esas figuras son no sólo necesarias pero imprescindibles.
Quiero también resaltar que no son las locas rabiosas las únicas que resienten las demandas, que basadas en la genitalia, se hacen del género. Por eso vemos hombres heterosexuales, pintándose los ojos, sacándose las cejas y en búsqueda de ponerse a tono con expresiones de género que los liberen de todas esas demandas del género que la cultura produce y que son, propongo yo, la verdadera distorsión de quiénes somos o podemos aspirar a ser.
Por último, no sé si todos y todas los homosexuales podemos tener una vida feliz y un party permanente como no sé si los heterosexuales tampoco pueden tenerla, pero sería peligroso que se piense que la infelicidad es inherente a la condición homosexual. Yo tengo momentos de infelicidad, no porque soy gay, sino porque alguna gente no puede bregar con que yo exista, y créeme, que expresarle a toda gente que vive con un género fijo, y que depende de su genitalia para saber quiénes son, y validar su masculinidad o femineidad, que sus expresiones fijas de género son sólo eso, una expresión en un océano infinito de expresiones, y expresar eso puede ser liberador y causa de extrema felicidad.
Yo celebro mi vida todos los días, aunque me grite pato alguien en la calle, aunque me boten del trabajo, aunque mi vecino no me hablara, porque al menos en cuestiones de género me siento libre y feliz y porque sé, que esos problemas que debo enfrentar, no están dentro de mi, están fuera de mí.
¡Que viva la loca frenética, tanto la que se acuesta con hombres como la que se acuesta con mujeres! ¡Que viva la bucha emperrada, tanto la que se acuesta con mujeres como la que se acuesta con hombres. ¡Que vivan las y los transexuales irrespectivamente de con quién se acuesten! Tengo fe en que junt@s eliminaremos la necesidad de que otros gays y lesbianas vivan desde el margen de lo oculto, simulado y seguro, para que también puedan ser felices. Pero me resisto a seguir glorificando la figura trágica de los del clóset como único estandarte de mis demandas por justicia para todos. Soy feliz aunque me tiren piedras porque me liberé de las opresiones de género, de esa construcción absurda que se ha hecho a partir de mis genitales. Porque de eso se trata la molestia con las locas rabiosas, que no
se comportan de acuerdo a sus genitales. ¿No es eso un disparate?

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