No dudo de las buenas intenciones del Representante. En días en que se hace aún más marcada la diferencia entre los que tienen poco y los que tienen menos, tenemos que seguir hablando de pobreza. En días en que la incertidumbre económica se torna en mayor violencia verbal y mayor desprecio contra los más pobres, tenemos que seguir hablando de pobreza. En la época en que todo el dinero que se invierte en comunidades pobres se ve y siente como si se lo sacaran de la cuenta bancaria personal a mucha gente, hay que seguir hablando de pobreza.
Hablar de pobreza no significa hablar de los pobres. Hablar de pobreza debe ser hablar de un mal creado por las sociedades, una desigualdad que nuestros modelos económicos crean y que tiene efectos políticos, culturales, sociales y económicos desiguales en sus ciudadanos. La pobreza no son los pobres, la pobreza es un instrumento real que en un estado de derecho, crece o disminuye dependiendo de qué leyes se reconozcan o que leyes desaparezcan. A estas alturas en que tantos y tantas viven al mínimo, ya todos y todas tenemos una idea de qué cosas hay que tener en mente a la hora de consumir, cuando tenemos que decidir si es bistec o jamonilla, si es corned beef o churrasco. Si son Nike o Puma. Igual si son Nike y comer empanadilla de pizza el resto del mes.
Pero esos choices, o determinaciones de cómo un pobre gasta o no puede gastar su dinero, para nada, en absoluto, le dice a nadie qué es lo que significa ser pobre. Lo que se nos ha servido en este experimento del buen Representante con sus buenas intenciones, es un reality show. Un concurso, destinado a satisfacer la audiencia ávida de presenciar una “intimidad” diseñada para hacerla sentir emociones que faltan en nuestras vidas: alegría, coraje, empatía, pena-mucha pena, paternalismo y más emoción. Además, se presta para que podamos pasar juicio sobre sus decisiones. Por qué no caminó en vez de coger la guagua, eso ahorraría 15 dólares al mes. ¿Por qué no come de la cafetería de su trabajo?, los pobres aprovechan toda la comida gratis que les venga.
Este experimento no dice nada nuevo; como legislador o legisladora, no hay que vivir un mes descubriendo las muchas o pocas maneras en las que podemos consumir con 133 dólares. La “experiencia” de ser pobre no se debe reducir a un escogido de cómo mejor se distribuyen $133.00 y a una apuesta de si “se puede” o “no se puede” y a separar en pedacitos públicamente esos 133 dólares para que los y las espectadoras puedan utilizar su juicio moral y decidir si tu decisión es buena, o sabia, o podías ahorrar más de otra manera. ¿Cómo rendir un poco más la miseria?
Es más fácil escoger jamonilla cuando se sabe que el mes próximo vuelves al biftec. Es más fácil coger la guagua cuando sabes que al final del mes vuelves a tu carro. Es más fácil hacer un presupuesto por un mes cuando sabes que después te puedes olvidar de todo eso. Y todo eso es más fácil aún hacerlo desde un hogar afluente y en una oficina donde tú eres el jefe.
Para saber lo que es ser pobre, hay que ser pobre, no hay otra. Hay también que saber que las poquísimas oportunidades existentes para dejar de ser pobre están atadas al color de la piel, al género y a la edad. No es lo mismo quedar desempleado a los 25 que a los 55.
Para entender lo que es ser pobre hay que nacer y criarse en una comunidad pobre, con un caño que nunca se drena, alterando el presupuesto de los $133.00 para poder comprar off o spray de mosquitos. O en una comunidad pobre contaminada por farmacéuticas, o petroleras, o antenas, o balas de cañones radioactivas y quejarte y quejarte y quejarte y alegrarte cuando la prensa te cubre y luego ver que no pasa nada, nada cambia. Mes tras mes, año tras año tu comunidad sigue en el olvido, inundada, contaminada, radioactiva.
Para entender lo que es ser pobre, hay que pasar todos los días, por años frente a la escuela de tus hijas, verla decrépita caerse en cantos, con pupitres rotos, charcos de agua en su patio, portones rotos, el punto de drogas tres bloques más abajo, recordando todos los alcaldes, legisladores y comités de padres y maestros que prometieron cambios que nunca se dieron. Saber que si tu hija o hijo logra graduarse de escuela superior, tendrá que mentir en su aplicación de trabajo y poner la dirección de su tía, pues la de tu barrio no le va a ayudar. También saber que ese nuevo trabajo, aunque sea de ayuda no les sacará de la pobreza.
Para entender lo que es ser pobre hay que rogarle a un hijo que se meta al ejército guerrero porque sabes que si no te lo matan en el punto y al menos en el ejército te dan una pensión. Peor aún, para entender lo que es ser pobre tienes que comenzar a recibir dinero de tu hija o tu hijo y no atreverte a preguntar de dónde sale el dinero porque les hace falta ¡carajo! Y con esa nueva entrada, pierdes el sueño, las esperanzas, pero sobrevives un poco mejor, por algún tiempo extra.
Para entender lo que es ser pobre tienes que renunciar a la medicina preventiva, a las citas con doctores; todo tratamiento comienza en una sala de emergencia, no importa si la doctora te grita o no, tú sabes que toda tu salud depende de ese sitio. Que los consejos de mejor nutrición no van a ser seguidos, Burger King y jamonilla es la que hay, que algunas veces te dirán que la medicina no la hay, que esperes a la semana o al mes que viene. Que no hay segundas opiniones.
Para entender lo que es ser pobre hay que ver tus hijos e hijas crecer, conociendo que van a tener tu misma vida, que se casarán y se quedarán en tu casa, o en el patio o en una segunda planta, que si puedes le consigues trabajo en tu taller, con la vecina que es de tu mismo partido y algún trabajito puede conseguir, que la escuela provee una buena educación, pero aun cuando pudiera ofrecer mundos nuevos de conocimientos y experiencias, no va a tener un gran impacto económico en tu familia.
Para entender lo que es ser pobre hay que ser arrestado por una estupidez y sentarse a esperar que un abogado o abogada con 100 casos más te explique qué va a pasar y qué puedes esperar. Tampoco hay segunda opinión. Por eso tus amigos se dejaron dar las bofetadas callados porque sabían que así los dejaban irse. Para entender lo que es ser pobre hay que “entrar/estar en el sistema” explicando tu pobreza y desgarrándola para que la vean trabajadoras y trabajadores sociales que decidirán si eres merecedora de cupones, que decidirán si mereces vivir en tal sitio, que decidirán si te puedes quedar con tus hijas o te las quitan, que decidirán cuánto puedes recibir de cupones, que decidirán si mereces una ropa limpia para una entrevista de trabajo. Hay que estar sentado en esa silla con una trabajadora social que resiente que te están dando esas “ayudas” mientras ella que tanto trabaja y estudió, las pudiera utilizar “mejor”.
Para entender lo que es ser pobre, hay que saber que se es pobre y a veces esconderlo, que no te vean pagando con cupones porque te miran mal. Que no sepan que no tienes plan médico o que el plan es la reforma, que no sepan que vives en un residencial, (apréndete la dirección de un familiar o amiga en una urbanización), que no sepan que tus niñas gozan de esa piscina comunitaria en el patio de tu residencial.
Para entender qué es ser pobre, hay que serlo, y hay que levantarse todos los días, y gozar lo que se puede, y trabajar lo que se puede y vivir sin ser víctimas a pesar de las muchas formas en que la pobreza te atraviesa en Puerto Rico. Vivir demostrando que a pesar de toda esa precariedad, la gente sigue teniendo dignidad y orgullo y encuentran felicidad, familia, solidaridad, amor y comunidad de diferentes formas y maneras todos los días. Y hay solidaridades y hay economías alternas y hay deseos de vivir y hay alegría, efímeras algunas, otras más estables. Y a veces no hay comida pero hay rumba en la esquina o en la marquesina.
En fin, poder decidir cómo consumir $133.00 semanales por un mes es un ejercicio fútil, es la búsqueda de la empatía lite. Se puede estipular (hace años) que el salario mínimo es insuficiente y que el mismo da pie a una servidumbre que siempre será pobre y dependiente. No hay manera de sobrevivir un salario mínimo que no es otra cosa que un subsidio adicional al mercado libre que hoy en día gana más que nunca. La pobreza no se trata solo de cómo consumimos, sino de cómo vivimos.
Una alternativa responsable y honesta para todo legislador o legisladora que realmente quiera entender lo que es vivir con el salario mínimo sería exigirle lo siguiente:
- Mudarse a un vecindario donde todxs ganen el salario mínimo.
- Mudar a toda su familia a esa misma comunidad.
- Fungir en su oficina como empleado y no como patrono.
- Utilizar la reforma como Plan de Salud único.
- Incluir todos sus dependientes en el mismo plan de salud.
- Registrar todos sus dependientes en escuela pública de su comunidad.
- Hacerlo por todo el cuatrienio que sirva como legislador
En fin, yo también me alegro de que se hable de la pobreza, y repito que estoy seguro de que el Representante tiene buenas intenciones; pero el diálogo tiene que mirar a la pobreza como un conjunto de condiciones que se impone al ciudadano, a la familia, a la comunidad, a las escuelas de esa comunidad, a los servicios de salud o ausencia de los mismos, en ciertos vecindarios donde todos viven al mínimo. Hablemos sobre el impacto emocional y generacional que la pobreza tiene, hablemos del impacto de saber tan cierto como que el aire se respira que nunca se dejará de ser pobre. Hablemos del impacto en el ambiente de comunidades pobres porque no tienen poder político (un cabildero sale mucho más caro que los $133.00 que tienes) y las convierten en vertederos, o les contaminan las aguas o los suelos, o el aire. Hablemos del impacto de la pobreza en la vida comunitaria, en la educación y en la salud. Entonces estaremos hablando de pobreza, y no del pobre, y no pasando juicio a través de sus decisiones presupuestarias si es un buen pobre porque no gastó $6.00 en un mantecado Ben & Jerry o si es un mal pobre porque se compró las Nike. Hablemos de lo importante, y luego legislemos para hacer cambios. Después de todo, la pobreza no es un asunto del que solo se tienen $133.00; la pobreza es un asunto de todas.
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