La tarea de defender los derechos humanos de cualquier grupo suele colocar a quien aboga por ellos en la situación vulnerable de ser cuestionado sobre su identidad.
La tendencia a “matar el mensajero” o cuestionarle su vida y pasado, el requerirle a quienes defienden los derechos humanos que pasen un “litmus test” aceptable, no es algo nuevo. La derecha ha sido eficiente relegando el concepto de los derechos humanxs a un asunto exclusivo de lxs “activistas” y/o de lxs “izquierdistas”. Los medios noticiosos han sido cómplices de esto. Se recurre a cualquier cosa antes que a discutir la sustancia o contenido de las expresiones, poco a poco nos han enseñado a hacer lo mismo. Tal vez se debe confrontar más a las personas, incluyendo a periodistas, que de inmediato invocan, cuestionan o exigen alguna identidad específica para discutir algunos temas.
Esto no es nuevo, comencé a observarlo en los años 80 cuando decidí usar mi voz para reclamar derechos de las personas con SIDA. De momento, exigir medicinas, derecho a empleo, penalizar el discrimen, acceso a tratamientos experimentales, abogar por cualquier mínimo trato justo, te convertía en sospechoso de ser “maricón” y/o “sidoso”. Participé en un programa de televisión, refutando un comentario clasista y homofóbico de un funcionario de CREA, a lo que ellos respondieron preguntando si yo era homosexual. Pregunta que no era relevante para el tema de las violaciones de derechos humanos a las personas con SIDA. Nunca he estado en el clóset (soy queer) pero me tomó por sorpresa y me intimidó en ese momento tener que decirlo en un programa de televisión. Admitir ese dato en los años 80 no era lo mismo que admitirlo ahora, no había una comunidad fuerte, robusta, dispuesta a pararse a tu lado. Conozco gente que pudo luchar por los derechos de las personas con SIDA, pero no lo hizo por el temor a esa pregunta o al estigma y sus consecuencias.
Lo mismo pasa con los derechos LGBT. Se cuestiona abiertamente tu identidad si te expresas contra la discriminación, abuso y violencias contra la gente LGBT. Los machos agónicos de la derecha religiosa insinuaban abiertamente que el senador Ramón Luis Nieves era homosexual porque presentó proyectos de ley que protegían de discrimen a las comunidades LGBT. El mensaje subliminal e implícito es que si eres “normal” no debe preocuparte el bullying o la violencia o el discrimen laboral contra personas LGBT. El mensaje es que no todos los derechos humanos deben ser “tu problema” es el problema de Otrxs. Y así pasa con todas las áreas de derechos humanos.
Si te expresas contra la legalización de la marihuana, la pregunta es: “¿Ha fumado pasto usted alguna vez?” (Sí, muchísimas veces, posiblemente millones de veces.) Pero la prensa no es ilusa, la prensa sabe que ese morbo vende y también sabe que hay consecuencias. No importa que ya esté documentado que la guerra contra las drogas fue y sigue siendo racista y clasista, no importa que los castigos y persecución de la mano dura han destruido el futuro de miles de jóvenes pobres, no importa que la criminalización haya fracasado en todas las jurisdicciones, no importan las montañas de evidencia científica a favor de la legalización, no importa el trato desigual y abusivo de policías, fiscales y jueces a los jóvenes de la comunidades pobres como no importa que los hijos y sobrinos de alcaldes y otros funcionarios electos o jefes de agencia siempre quedan libres para poder ir a sus universidades, en ese momento, la pregunta esencial es una: ¿Has fumado pasto? Es por eso que tanta gente se cohíbe de expresarse y luchar porque no se siga destrozando el futuro de jóvenes buenos pero pobres que no han cometido ningún delito violento. Hacerlo echará una sombra, una sospecha sobre ti que puede ser usada en tu contra.
En una entrevista hace pocos años me identifiqué como feminista. Me sobrecogió tanto el apoyo de mucha gente como el sinnúmero de advertencias de que un jefe de agencia no debía declararse feminista. Me advirtieron que eso podía deslegitimar mi gestión, que me quitaría credibilidad. No pasó ni una ni la otra. Pero eso no quiere decir que la preocupación no sea válida. Como tampoco significa que una o dos personas fundamentalistas hayan tratado de utilizar esa cita para justificar oponerse a mi gestión. Me ha permitido entender que se promueve la idea de que para tener credibilidad como profesional o candidato político unx debe de abstenerse de hablar sobre los derechos humanos de algunas comunidades. También entendí porque da tanto trabajo a personas en el gobierno defender una política pública que promueva la equidad. Se ha “desechado” el derecho de la mujer a vivir libres de violencia y desigualdad al campo de “las feministas.” Cómo si no fuera asunto de todas y todos. Como si Puerto Rico no fuera un mejor país si las mujeres que lo habitan pudieran vivir sus vidas sin la violencia machista.
El último ejemplo que he visto ha sido el de Bad Bunny. Luego de más de 22 muertes de mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas grupos de mujeres y organizaciones de derechos humanos solidarias han exigido que se declare una situación de emergencia. Esa declaración debería ir de codo con legislación y una campaña de política pública. A las mujeres que acudieron a la Fortaleza a exigir ese mínimo de apoyo gubernamental al Gobernador las ignoraron. Las recibió personal sin poder decisional, que actuó como si no reconocieran la crisis de violencia que viven las mujeres en Puerto Rico. El gobernador Rosselló no ve la necesidad de declarar un estado de emergencia, a las mujeres las siguen matando.
Bad Bunny, el exitoso cantante de trap puertorriqueño (mi favorito) publicó un video donde nos enfrenta con el tema de la violencia doméstica. El video es claro y nos obliga a presenciar algunos de los efectos físicos de esa violencia. Sin embargo, mientras muchxs celebramos la existencia del video, y celebramos el que posiblemente el video produciría miles de conversaciones independientes y necesarias sobre el tema. Mientras Bad Bunny hablaba de su video y su intención con el mismo le preguntaron si es feminista, a lo que Bad Bunny contestó que no, que es puertorriqueño. ¿Cuál es el mensaje detrás de la pregunta, que solo a lxs feministas les debe preocupar la crisis de violencia y los asesinatos de mujeres? ¿No es ese un problema que nos concierne a todos y todas? Me alegró que Bad Bunny no mordiera el anzuelo, simplemente contestó “soy puertorriqueño”. Su respuesta hizo más por educar a su fanaticada que la pregunta. Bad Bunny es puertorriqueño, y a diferencia del gobierno en Puerto Rico, él está pendiente de su país, consciente de la crisis y contribuye, desde su campo profesional y sus recursos, a denunciar esa violencia. Para combatir, o denunciar, u oponerse a la violencia contra las mujeres y los asesinatos de mujeres no hay que ser feminista, simplemente hay que creer que las mujeres también son seres humanxs. La responsabilidad del bienestar de nuestros pares es de todas y todos.
No me mal interpreten, ojalá todo hombre y mujer quisiera ser feminista y pueda ver a mujeres y hombres como iguales. Ojalá todo hombre y mujer celebrara las diferencias entre ellxs sin asignarle superioridad o inferioridad. Pero los asesinatos, y la violencia contra mujeres, ese no es un problema de feministas, ese es un problema de todxs. Y ante la ausencia, el silencio y la falta de acción del gobierno, yo celebro que hombres y mujeres, sin ser feministas, asuman responsabilidad de denunciar y combatir la violencia y asesinatos contra las mujeres.
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