Posiblemente ya todas hemos visto las fotos de la celebración de una primera Parada LGBT en Uganda. La misma se dio un fin de semana de agosto en la ciudad de Entebbe. Se dice que asistieron unas 100 personas. En las redes sociales se celebró este evento mayormente repostiando o retuitiando alguna de las varias fotos que se hicieron públicas. Aunque pienso que es bueno que se celebrara de manera tan amplia este evento, me preocupó que estuviera ausente uno de los datos más preocupantes que también es parte del evento. Las y los activistas que tomaron parte en esta celebración, sobretodo aquellas y aquellos que permitieron se les fotografiara, arriesgan su libertad y tal vez hasta la vida al hacerlo. Esta parada, un triunfo en sí, no representa el triunfo de la comunidad LGBT contra la homofobia y amenazas del Estado. Esa lucha todavía sigue.
Esta reflexión comienza con el envío a mi buzón de fotos identificadas como “Parada Gay en Uganda”. Mis ojos recorrieron inmediatamente las fotos. No puedo negar la emoción que sentí. Rostros de hombres y mujeres, muchos jóvenes, sonriendo a la cámara. Sentí admiración inmediata por el coraje y valentía que demostraban estas activistas y cómo aún conociendo el riesgo reflejan ORGULLO, alegría y mucha energía en sus rostros. Entre algunos blogueros discutimos cuán seguro sería publicar estas fotos. Para cuando nos llegó confirmación ya se habían publicado en el New Yorker y otros lugares de la Internet.
Se me ocurre entonces que hoy escribo sobre circunstancias que no conozco de manera personal. No tengo idea de qué significa ser gay, lesbiana o trans en Uganda.Y anticipo que al escribir esto también confronto cuáles son los límites a mis miedos, y cuáles son las fronteras entre miedos y compromisos. ¿Cuáles son las causas, luchas o razones por las que pudiera arriesgarme a perder mi libertad, mi vida? ¿Qué significa cuando un grupo de personas se unen para marchar en su país y celebrarse a sí mismas y mismos, dejando que esa celebración de la identidad asediada y maldita sea en sí la demanda, la protesta, la denuncia. Ahora marchan las y los activistas, armadas con sus caras y sus cuerpos. En un mundo que cada vez se nos hace más pequeño es a veces imposible evitar comparar la vida entre tal o cual geografía. Entonces me doy cuenta de cómo al principio, instintivamente, buscaba identificar las diferencias antes de considerar las coincidencias. Una segunda leída a la información disponible y otras miradas más críticas a las fotos, revelaron más coincidencias que diferencias.
Los presentes en la marcha reportaron que ha habido cambios positivos en los últimos dos años allí en el lugar que hemos designado como “el peor sitio del mundo para ser gay.” Reporta Alexis Okeowo para el New Yorker que las y los activistas están un poco cansados de una prensa exterior que no puede captar ambas la alegría y los problemas, las múltiples capas o matices de ser gays o lesbianas en Uganda. Este sentimiento o algo parecido ha sido expresado también por grupos LGBT latinos, tanto en USA como en nuestros diferentes países. Lo he sentido yo cuando escucho que se habla de ser gay en Puerto Rico y suena a un oscuro país maldito y ancestral. Nuestros países también han sido referidos como “lo peor posible para ser gay” en las metrópolis occidentales del mundo, siempre preocupadas por los mundos salvajes.
Un poco, el vehículo que veo en las fotos, una guagua o truck de plataforma un poco deteriorada, me recuerda fotos de otras primeras paradas. En la de Puerto Rico la carroza de ACT-UP en la primera parada fue una pequeña excavadora ya viejita, un poco deteriorada prestada de una finca de plantas. Era mucho más el entusiasmo y la energía que los recursos para utilizar carrozas costosas o vistosas.
Los cuerpos y expresiones más visibles parecen ser aquellxs que desafían estrictas definiciones de género (al menos como las concebimos en estos lares.) Y se me ocurre que tiene sentido que estén presentes, marchando, aquellos y aquellas que de todas maneras, por su transgresión de género, están expuestos al arresto todos los días.Esta celebración de Orgullo, que duró todo un fin de semana, fue interrumpida por la policía. Miembros de la policía se presentaron bajo el pretexto de “amenaza de boda entre personas del mismo sexo” y arrestaron a varixs activistas la primera noche. Luego les permitieron marcharse sin ningún cargo. El gobierno está vigilante de ellas y ellos y se los deja saber. Tal vez, pudieron hacer la parada debido a que a nivel internacional la medida propuesta en su congreso, el “Proyecto anti-homosexualidad” mejor conocido como la “Ley Mata al Gay” ha atraído la atención y el enérgico repudio de la comunidad internacional. El autor del proyecto de ley, David Bahati, es un diputado Ugandés vinculado a la derecha religiosa estadounidense. Esa derecha religiosa que precisamente ha ganado acceso a Fortaleza y a la Legislatura en Puerto Rico. En Puerto Rico, estos sectores también han enfocado muchas de sus energías en pasar legislación contra nuestras comunidades LGBT. De hecho, el ataque público y legislativo contra homosexuales y lesbianas en PR, hasta donde yo recuerdo, comienza con Morality in Media y Pro-Vida, en los años 80. Ambas organizaciones desde el principio estaban conectadas con organizaciones de derecha religiosa en Estados Unidos.
Claro, el proyecto de ley en Uganda va mucho más lejos de lo que han tratado de hacer en Puerto Rico. Originalmente el Proyecto pedía: 1. Sentencia de muerte para homosexuales activos que hayan contraído VIH o hayan cometido “violación”. 2. Siete años de cárcel a cualquier persona que “ayude, instigue, asesore o induzca a otro a participar de actos homosexuales.” 3. Cárcel a personas u organizaciones que den cobertura a las personas homosexuales (lo que haría imposible defender los derechos LGBT en Uganda.) 4. Siete años de cárcel a los propietarios que alquilan habitaciones o casas a homosexuales. En fin, este proyecto de ley (posible sueño húmedo de Wanda Rolón o Rivera Schatz) cuelga sobre las cabezas de toda la comunidad LGBT, sus familiares y aliadas. Pero el proyecto está congelado en estos momentos gracias a la presión de múltiples gobiernos, líderes del mundo político, religioso y de expertos en prevención del VIH, que han apelado a los parlamentarios de Uganda para expresar su disgusto y temor y denunciar las terribles consecuencias que puede tener esta ley.
Hay otro punto resaltado en un excelente artículo de Scott Long (gracias a Andrés Duque de Blabbeando por habérmelo recomendado). Este artículo, además de reseñar la primera Parada Gay de Uganda, hace un esfuerzo por inscribirla en su contexto político actual. El artículo reseña el apoyo que Hillary Clinton ha ofrecido desde su posición como Secretaria de Estado de USA y cómo ha utilizado el poder de su oficina para exigir respeto y diálogo en el issue homosexual. Sin embargo, reseña Scott Long, que a pesar de que la solidaridad de la Oficina de la Secretaria de Estado es incuestionable, tampoco se puede negar que USA fue de las primeras naciones en reconocer y felicitar al Presidente Yoweri Museveni, quien se dice llegó al poder gracias a una elección fraudulenta. De hecho, activistas de los derechos LGBT en Kampala, la capital de Uganda, hace ya algún tiempo vienen pidiendo que las denuncias a violaciones de derechos de la comunidad LGBT se den en virtud de los abusos de poder de Musevini. La comunidad LGBT está consciente de que un Musevini poderoso siempre será una amenaza a su libertad y vida. Pero es precisamente ese ángulo el cual les da la oportunidad de ser reconocidos como iguales por los otros muchos sectores del pueblo ugandés para los cuales Musevini también amenaza a su libertad y vida. Esta sería la oportunidad para que se les reconozca como ugandeses y ugandesas, integrados a los esfuerzos y resistencias organizadas contra Musevini. Sin embargo, la política de asuntos del exterior de USA, felicitando públicamente a Musevini por su ayuda en Somalia, hace esta labor mucho más difícil. La comunidad LGBT se nos presenta como una bajo ataque singular en Uganda, violencia legislativa, privación de libertades y tal vez muerte. El costo del apoyo (necesario y agradecido) de Hillary Clinton a la comunidad LGBT en Uganda es que ese apoyo les separa del resto de la población y les limita la oportunidad de hacer causa común con otros grupos y comunidades que también están bajo el asedio y abusos de poder de Musevini.
Esta es precisamente otra coincidencia con nuestras comunidades, el impacto, positivo o negativo, que tiene la política exterior de USA o sus grupos principales LGBT en nuestros trabajos, nuestras agendas y cómo a veces lo hacemos a un alto costo.
Recientemente uno de los blogs LGBT más conocidos, Blabbeando, comentó sobre la posible influencia de la Oficina de la Secretaría de Estado en celebraciones de Orgullo en media docena de países en Latinoamérica. Sigo observando las fotos y me doy permiso para sentir la contentura, sonreír. No puedo evitar pensar que son fotos de hermanos y hermanas que no conozco, en otro continente. Hermanas y hermanos bregando, atreviéndose a visionar un mejor país, uno que les respete y reconozca. Luchando por vivir con dignidad, en circunstancias más adversas, hostiles y peligrosas que las que yo he conocido. A veces lo único que podemos reclamar como nuestro, nuestras caras, nuestros cuerpos, lo arriesgamos, para afirmar que existimos, para mostrar que vivimos y que nos celebramos las unas a los otros. Me atrevo a sugerir que eso lo comparten todas las paradas LGBT, tanto las bienvenidas como las perseguidas o prohibidas. Les invito a celebrar esas caras y esos cuerpos que este agosto marcharon en Uganda. Y juntos deseemos que puedan marchar por muchos años más.
Este ensayo fue publicado originalmente en 80grados.net
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